Más que un posible mito es cuestión de empeño


¿Qué tan importante es para el artista joven exhibir lo que hace? La realidad comercial a la que se enfrenta no es tan sencilla como la vislumbró en algún comienzo.



Por Jéssica Suárez Gómez

La polémica dentro del ambiente artístico advierte que cada vez más en Bogotá hay pocos espacios para exponer y una mayor cantidad de artistas jóvenes que deben afrontar una realidad comercial que no esperan, donde pocos de ellos logran salir del anonimato y viven de su arte.

Sin embargo, hay que mirar el trasfondo de este tema y tener en cuenta diferentes puntos a evaluar como: realmente qué espacios buscan los jóvenes, cuan es la madurez de la obra del artista, qué trayectoria exigen las galerías comerciales, qué métodos hacen que el artista pueda llegar a construir un nombre y qué formación reciben ellos.

Las universidades e instituciones educativas ejercen un papel determinante en dicha formación, la cual se ha remitido únicamente al concepto y a la técnica. Paralelamente, estas deben brindar una preparación que les ayude a los jóvenes afrontar la realidad del mercado que les espera, al graduarse: un nicho pequeño de compradores que buscan decorar su casa y una élite, más cerrada aún, coleccionista de arte.

Después de visitar siete galerías se descubre la existencia de dos tipos de galerías a las que el artista puede acudir. Por un lado, están las comerciales, que exigen buena factura, calidad e impecabilidad de materiales en las obras; en algunos casos, la sustentación escrita de la obra; el compromiso del artista; y un dossier u hoja de vida. Por otro, están los espacios alternos, como cafés, hoteles, restaurantes o pequeñas galerías que no tienen un fin comercial sino pretenden exhibir e impulsar los talentos juveniles.

De nuevo surge la cuestión de si realmente no hay suficientes espacios para exhibir, o si se trata de un problema de falta de oportunidades en el oficio de exposición dentro de las galerías comerciales.

Hoy día, éstas presentan “…un fenómeno galerista: las galerías están especializando sus espacios”, como lo expone Martha Meza, directora de la galería Artespacio, lo cual sugiere que gran parte de éstas se han dedicando a exhibir únicamente arte contemporáneo, limitando aún mas, la elección de posibles expositores y reafirmando que las oportunidades son pocas dentro de este tipo de galerías.

El determinante entonces, es el desempeño de los jóvenes artistas dentro de su trayectoria de producción. Son ellos mismos quienes se encargan de buscar nuevos espacios. Una de las alternativas más viables para comenzar son los colectivos, creados por ellos mismos para salir del anonimato.

Dichos eventos se montan entorno a un tema específico, participan varios artistas y dentro de un mismo ambiente, se logra mezclar la música con las artes visuales. Tales experiencias, que contribuyen al desarrollo de los artistas, son fundamentales para cumplir las exigencias de la mayoría de galerías comerciales: nombre, madurez y trayectoria.

También es importante que el artista cuente con una buena capacidad de comunicación que le permita adquirir buenas relaciones dentro del medio, y por su puesto una actitud pujante que le permita venderse a sí mismo, elemento clave para desmitificar el tabú de la falta de espacios para exhibir, dice Daniel Neziat, joven artista “…porque el artista funciona como una empresa”, es decir debe trazar unas metas tanto en ventas como en producción y relaciones; y como producto, promoverse.

Otra posibilidad que permite rodearse del medio es vincularse a academias o cooperativas de arte como Copearte. Ubicada en la Localidad de Chapinero, allí funciona una pequeña sala de exposición, se dictan clases, se comparten experiencias con los maestros consagrados u artistas reconocidos que la visitan y, se alquilan espacios para que los nuevos artistas monten su taller de trabajo.

Hay aspectos que aún no son muy conocidos dentro de los espacios de exhibición. Las galerías comerciales, en general, piden una contribución monetaria para servicios de inauguración de la exposición, y adicionalmente un porcentaje que gira alrededor del 35% y 50% de las obras vendidas.

Pese a esto, hay espacios como la Galería Mundo, ubicada en la carrera 5ª no. 26 A, donde actualmente se implementa un trabajo editorial, documento escrito a partir de exposiciones sobre arte joven. El criterio de selección es el mérito del mismo artista, no se necesita dossier y el porcentaje requerido para estudiantes es del 10%.

Artespacio, galería comercial ubicada en la trasversal 9ª con 128, cuenta con un espacio aparte y alterno para el arte juvenil que sirve como conducto para llegar a exponer en la galería, y donde el concepto que la obra trasmita y la factura de ésta misma son los únicos requisitos. Igualmente, mantiene un contacto con la Universidad del Bosque y la ASAB para exhibir los proyectos estudiantiles.

El Garaje, “galería clandestina”, como la determina su fundador Enrique Soto, recopila trabajos universitarios, carentes de reconocimiento seleccionados a partir de una búsqueda de Soto dentro de las universidades, donde examina el cumplimiento de dos requerimientos básicos: poseer habilidades plásticas y ser joven. Esta galería se encuentra ubicada en la carrera 8ª no. 91, y lo que pretende es sacar del anonimato a los jóvenes y contribuir con su desarrollo profesional.

La iniciativa de los jóvenes vence las necesidades de exponer en galerías comerciales. “…si no los hay, se buscan los propios espacios”, dice Mateo López, artista egresado de artes de la Universidad de Los Andes, porque lo importante del ejercicio de exposición no es sólo vender, sino pasar por la crítica, madurar la obra y aprender aspectos determinantes dentro de la profesión, como qué tipo de público mueve la obra y cuánto cobrar por ella.

Finalmente, el éxito no está asegurado para todos; es imprescindible para el artista joven no perder la iniciativa de crear espacios propios; poseer una visión de mercado, participando en ferias internacionales —como las que coordina la galería El Museo, mediante convocatorias—; gozar de la suerte de ser impulsado por algún coleccionista serio o curador; y mantener contactos con dealers de arte y dueños de galerías para exhibir su obra y así, en el menor tiempo, adquirir el reconocimiento deseado.