"Tía, cuándo te terminan los exámenes y te vas a mejorar para correr conmigo"





Son esas frases que vienen de la inocencia de mi sobrino de 5 años, las que me desgarran el corazón. 
En minutos mi cabeza vuela de un lado para otro buscando la mejor manera para explicarle que aún no se sabe si su tía mejore, que me encantaría saltar más y correr a su lado sin sentirme mal, pero el ahogo es traicionero y a veces gana la partida.

La vida es un sin número de desafíos, caídas, aprendizajes y levantadas. Aunque ya no me pregunto por qué yo, y me siento cada vez más cerca del para qué, las fuerzas si se me debilitan y la fragilidad es tan fuerte que escucho el principio de un quiebre de cristal.

El mundo que te rodea y sientes más afin te da la espalda, te daña y el que más lejano está de entender lo que sucede es el que te sorprende y se te acerca, te apoya y te sacude para no caer en el círculo vicioso del pesimismo y la negatividad. 

La familia como siempre el pilar que no te deja derrumbar, el que aprende a tu lado, crece y te enseña amar de verdad.