Cuestión de confianza, sueños y honor

Stupeur et tremblements



Por Jéssica Suárez Gómez

Stupeur et tremblements es un ejemplo claro de choque cultural, entre el marco laboral-personal japonés, y el belga. Una experiencia real de Amélie Nothomb, adaptada al cine, donde se deja claro los diferentes significados, de unos mismos conceptos: la humillación, la amistad y el honor.

La historia está centrada en la recursividad de Amélie, una traductora recién graduada, dentro de una compañía japonesa, donde tiene que tratar de interpretar una visión, casi total, de alto contexto y adaptarse dentro de un marco laboral jerárquico, frío, individual, serio y de relaciones interpersonales distantes o nulas.

Una película de contrastes, tanto culturales como estéticos. Amélie una joven belga de tez blanca, cabello desordenado y ropa poco sexy o elegante, se compara drásticamente con Mademoiselle Mori, una mujer estilizada, elegante, bella y arreglada, que a diferencia de Amélie no cree en la amistad dentro del ambiente laboral.

Dentro de los elementos de mayor percepción en la historia, están las normas japonesas y la visión de una sociedad jerárquica dentro de la empresa.

Entre las normas de la empresa Yumimoto nos quedó claro, no decir nunca no, por mas descabellada sea la orden; no distraer a los demás trabajadores; no hacer el trabajo de otros; no dirigirse a otro jefe que no sea el inmediato; consultar cualquier decisión tomada antes de ejecutarla; no hablar japonés delante de los clientes, siendo extranjero; no hablar de cosas personales dentro de la oficina, porque para ello está la cafetería o otros espacios; y nunca tratar de consolar un llanto.

Todo esto, enmarcado en una jerarquía de poder tanto de funciones como de género, donde se percibe que la mayoría de trabajadores son hombres y que existen jefes y subjefes. Un gran jefe, inalcanzable, Monsieur Haneda, uno menos grande pero histérico y autoritario, Monsieur Omochi, otro cruel, Monsier Saito y uno inmediato, una mujer poco confiable, Mademoiselle Mori.

La humillación en el contexto cultural de Japón y Bélgica se refleja en dos actos diferentes. Para Mori, jefe inmediato de Amélie, que ella la haya visto llorar es percibida como la peor humillación. Por lo que Mori decide humillarla de la peor forma, ordenándole limpiar los baños, tanto de hombres como mujeres.

El drama que vive Amélie sólo puede ser traducido en las ganas y empeño de alcanzar un sueño y lo que esto puede implicar.

Entra en una visión de alto contexto, dónde no se le dice que hacer y en manos de ella queda la recursividad, (ejemplo de ello, los intentos fallidos de entregar el correo y actualizar los calendarios), donde sólo pudo conocer la cultura, que tanto admirada, a cuestas de sus errores, o sea su propia experiencia, defendiendo valores de la suya, ya aprendidos, como la amistad y el honor.

Lo que se reduce a que estamos al frente de una película que narra un proceso de auto sensibilización, donde se muestran algunas características del lenguaje como el volumen elevado y el tono, en el paralenguaje, el contacto ocular y diferentes miradas en la kinesia y las cortas distancias sociales en la proxemia.