Rigidez, representa mando y marca la historia

Exposición Museo Nacional: Guerreros de Terracota

Por Jessica Suárez Gómez

Basta con entrar a la antigua Penitenciaría Central de Cundinamarca para apreciar parte de la cultura lejana de China que algunos colombianos jamás lograrán conocer, desde su lugar de origen.

Tras caminar en contravía del liche, o carruaje de guerra, frente a la entrada del Museo Nacional, a la derecha, en la Sala de Exposiciones Temporales Gas Natural, una luz tenue y toda una historia de poder imperial espera la visita de cientos de personas.

Siete esculturas de bulto redondo, vasijas de cerámica, armas en bronce, herramientas de hierro y tejas decorativas son algunas de las 73 piezas que comprende la exposición temporal, Los Guerreros de Terracota: un ejército inmortal.

Una muestra perteneciente al mausoleo del primer emperador Chino, Qin Shihuang, que además de simbolizar jerarquía y poder, no se aleja de la misma idea de vida eterna que conocimos, a través del estudio, de la cultura egipcia.

Ahora, no se trata de tumbas construidas al faraón bajo enormes pirámides y caminos de esfinges, sino, la replica del palacio del emperador seguido de su ejército de 7000 hombres.

Sumergidos dentro de la sala, magníficamente ambientada, en fila india, contra la pared se lee la historia del emperador.

La línea de tiempo logra devolverme al año 221 a.C y recorrer, lentamente, dentro de mi imaginación y mi previo conocimiento, la cultura China que prontamente iba a ver con mis propios ojos.

En el centro de la sala, un nivel más abajo de la plataforma, los guerreros. Éstos mismos que pareciera siguieran el recorrido de los visitantes con sus mirada, son esculturas de cerámica con poca movilidad, pero sí, más de una pizca de expresividad en sus rostros.

La rigidez en sus cuerpos, especialmente piernas y pies, y su ropaje de guerra, hacen imposible apreciar la anatomía del cuerpo humano pero, llaman hasta tal punto la atención que me atrevería a decir que los pies, no son delimitadamente detallados, no por falta de ganas, sino, por ser éstos el elemento sustentante de la escultura.

La fila india se acaba, la gente se dispersa para continuar el recorrido sobre la plataforma.

En el reflejo de los espejos, que cubren las paredes, veo como algunas personas leen detenidamente las placas de información, los estudiantes de colegio las copian y no más de tres personas se detienen, sin afán, a observar y analizar cada figura o “retrato”.

Increíblemente Colombia tuvo la oportunidad de admirar no sólo algunas de las piezas descubiertas en la ciudad de Xi’an, en el año de 1974, sino también, palpar una realidad lejana, de hace mucho tiempo y conocer la importancia de ese ejercito representado, que logró conquistar reinos y unificó China.

Al bajar la rampa, frente a nuestros ojos, nos deslumbra el poder. Una replica de armadura en piedra capta mi atención por el detalle de cada lámina tallada, preguntándome “¿sólo de hierro eran las originales?”. No, el otro material era cuero y un dato curioso, tenía 612 láminas de metal.
El tema de la jerarquía militar también tuvo lugar y representación con dos cabezas de guerreros modeladas en cerámica, no muy grandes de aproximadamente de 30 centímetros.

Ya casi todos habían abandonado el lugar. Yo no dejaba de pensar en las semejanzas de este descubrimiento, con las de las tumbas egipcias, como tampoco en el tiempo de construcción de la tumba de Quin Shihuang, 40 años.

Lo último que se ve, si se sigue el orden establecido por el lugar, es la vitrina de objetos, de la vida cotidiana como vasijas, una moneda y un instrumento; arquitectónicos como las tejas; de construcción como las antefijas, de agricultura como algunas herramientas y obviamente las armas en bronce.

El tiempo acabó, pero las imágenes más significativas quedan en la memoria y es magnifico saber que, durante tres meses, en un monumento histórico convergieron dos culturas, la de la antigua China y la de nosotros los colombianos.